sábado, enero 21, 2012

El Mundo Más Fácil del Mundo

¿Quién dijo que el mundo de hoy es difícil? Es facilísimo.

¿Nos sabés qué comer? Encendé la tele. Hay un comercial de McDonald’s donde las hamburguesas se desnudan para vos y te susurran al oído “comeme, te juro que voy a llenar ese vacío interior que te viene matando hace años”.

¿No sabés qué ponerte? Encendé la tele. Hay varios programas que te dicen que si usás esa camisa jamás vas a tener sexo en tu vida. Y ese pantalón… Si lo seguís usando nunca vas a ser amado por nadie. Ni por tus propios hijos.

¿No sabés a quién votar? Encendé la tele. Una multitud de hombres sonrientes, pero de gestos y voces que denotan una gran decisión y una fuerza de voluntad férrea, te están diciendo en clave morse “votame, quiero y puedo ser tu padre”.

¿No sabés qué tipo de mujer debería parecerte linda? Encendé la tele. Hay un desfile de plástico ambulante y sonrisas de poliéster. Todas ellas clones de clones de clones. Fotocopias de fotocopias de fotocopias. Y si sos mujer y no te ves parecida a ellas, también es fácil. Podés someter tu cuerpo a mil y un cortes de precisión, o rellenarte el pecho con dos bolsas de plástico, o inyectarte botulismo en la cara. O también podés vomitar hasta morirte.

¿No sabés qué sentir? Encendé la tele. No es bueno que los sentimientos no tengan guía y control. Es muy peligroso. Y ¿quién mejor que la tele como brújula de nuestro corazón? Hay un montón de publicidades que te van a hacer reír, llorar, cantar, comprar, comprar y comprar.

Es un mundo facilísimo. No debería ser difícil para nadie. Desde que nacemos nos hipnotizan para que sintamos y hagamos exactamente lo que ellos quieren, porque es lo mejor para nosotros. Y si te genera ruido la idea de ser violado mentalmente por el discurso de los que saben mejor que vos lo que necesitás, también es fácil. Hay un montón de pastillas que te van a hacer sentir más predispuesto a sonreír y obedecer. Es por tu bien. Hasta hay pastillitas para los chicos ahora! Es una belleza este mundo.

Vivir dormido es maravilloso. La hipnosis es seguridad. Porque sino ¿cuál es la alternativa?


Apaga la tele. Abrí los ojos. Agarrate.

martes, enero 17, 2012

Morse

En su lecho de muerte pregonaba apocalípsis.
No con su boca sino con el código morse de su parpadeo.
Multitudes melancólicas lo rodeaban en su agonía final
decodificando fechas, maremotos y cometas.
Algunos anotaban, otros sollozaban en silencio.
Madres se aferraban frenéticas a sus hijos,
casi asfixiándolos en herméticos abrazos pre-mortem.
Amantes se separaban para siempre
pues el amor perdía sentido sin el espejismo del tiempo.
Y él, que toda su vida había estado solo,
cosechó como corte fúnebre a una masa lamentosa
gracias a las mentiras de sus ojos moribundos.

jueves, enero 05, 2012

Hombre Fénix

He aquí el ave Fénix:
He aquí el huevo:
He aquí el arquetipo:
He aquí el hombre Fénix.
El que sobrevive entre todo lo que muere
pero muere entre todo lo que vive.
Utópico, distópico,
entrópico, necrotrópico.
Cómo un iceberg en el trópico.
Asoma la cabeza esperando ver
la polvareda que dejan los jinetes
al irse.

Cárcel

En esta cárcel todos los prisioneros ya están muertos.
Sin embargo el guardia jamás se va a su casa.
No cree que en la muerte haya libertad alguna.
Por eso se queda imperturbable, prisionero de un nudo gordiano
“que solamente el filo de su alma saliendo de su cuerpo podría cortar”.
Eso dicen los poetas, porque él no cree.
Así espera a la muerte: sentado, vigilante e incrédulo.
No la espera para ser libre, porque él no cree.
La espera para saber si desperdició su vida o no.

Nudo que te anuda. Mudo por un nudo.
Mudo, pues la muerte
nos ve a todos desnudos.

Laberinto

Entrá a mi laberinto de sangre y hueso.
En el centro se oculta, bruto y bufante, el hijo de un tótem demolido.
Lo alimento diariamente con pequeños sacrificios de carne simbólica, y trato de no acercarme demasiado.
Trato.
Porque le tengo más miedo que a la muerte.
Entrá a mi laberinto de hueso y sangre.
Porque si no sos vos, con tu pelo de gloria y en tus manos un puñado de semillas, nadie más podría encontrarme.
Ahí, en el centro.