jueves, diciembre 28, 2006

Haiku Blanco de La Reina

Corazón alado,
tu risa como viento arremolinado.
Así quisiste saludarnos.


A Mariana Boyé

La Paradoja del Ventrílocuo y El Muñeco

Las hábiles manos del ventrílocuo dan vida al muñeco animándolo, como si de magia negra se tratase, para maravillar a su boquiabierto público.
"¡Contemplad cómo, con mis manos y mi entrenamiento, doy vida a lo inanimado y, por un instante, destruyo la ilusión de la muerte!", parecen decir sus acciones casi quirúrgicas sobre el rígido cuerpo del muñeco, mientras que niños y adultos se deleitan con el triunfo de la vida sobre la estásis de lo inorgánico.
Pero el ventrílocuo, a pesar del papel nigromomántico que sus rituales perturbadores de las leyes de la vida y la muerte le han concedido, no puede escapar a la línea temporal y un día muere.
En una tarde lluviosa es enterrado, según su última voluntad, junto a su propio muñeco.
Un mes después, hordas de gusanos ya saciados de la menguante carne del ventrílocuo, anidan en el incorruptible cuerpo del muñeco y, por las noches, esta multitud viscosa penetra, como embrujada, en las concavidades de la inmortal carcaza de madera y trapo, animándola en una danza fantasmagóricamente lenta. Si algún desafortunado pudiera contemplar este aquelarre demencial, probablemente imaginaría que frente a él se encuentra una especie de "cajita musical del infierno", cuya única melodía es el canto de los grillos del cementerio y cuya bailarina de cristal es, en realidad, un muñeco agusanado que danza, como en cámara lenta, ante las cuencas, ya vacías de ojos, de su antiguo señor.
Es como si el muñeco siempre hubiera estado habitado por una conciencia pasiva, necesitada de un agente biológico para poder expresarse.

¿Quién es el muerto?
¿Quién es el vivo?