jueves, octubre 07, 2010

Las Aventuras 90% Reales de Lauro. Hoy presentamos: Regreso a la Librería X

Debo reconocer que desde hace un tiempo demasiado prolongado como para calcularlo en extensión, las cosas me están yendo de las mil maravillas. Vivo sumergido en un mar de absoluta felicidad, que es tan intensa como duradera, al punto de volver a sospechar, no solo que Dios existe, sino también que está permanentemente sonriéndome y levantándome su gigantesco pulgar entre las nubes. Por esto es que hace unos días decidí aguar un poco esta fiesta de algarabía que me invade el corazón, con un balde de angustia. Y ¿qué mejor lugar para lograr mi cometido que una librería argentina?
Conocía la librería X de episodios de desengaño anteriores, por lo que ni siquiera dudé en recurrir una vez más frente a sus puertas, con la decisión de un adicto que va a comprar su droga. Pero en lugar de ir en busca de algún químico non-sancto yo iba a por una sustancia que no solo está legalizada en la Argentina, sino que su consumo está ampliamente difundido: frustración.
Me acerqué a una vendedora que simulaba hacer alguna búsqueda en una terminal de computadora y le dije:
- Hola, ¿tenés El Almuerzo Desnudo, de Burroughs? No es ni Burro, ni Barrán, ni siquiera Barros Ezquelotto. Es Burroughs con be, u, erre, erre, o, u, ge, hache, ese. - le dije a la vendedora, captando las miradas divertidas de algunos compradores. Otras de pánico.
- William Seward Burroughs.- me contestó la vendedora con una fascinante mezcla de erudición y aburrimiento en los ojos.
- Sí, ¡ese! .- contesté yo sonrojado y enamorado, a punto de pedirle que me acompañe en un taxi a Tribunales para poder casarnos.
- Dejame veeeeer - dijo, esta vez sí utilizando la terminal de computadora para trabajar.- Sí, lo tengo y te sale cuarenta y cinco pesos.
- Me imaginaba, gracias de todos modos… - contesté yo cabizbajo, pero cuando estaba a punto de dar media vuelta para irme, la vendedora me dijo:
- ¡Esperá, creo que no me entendiste! Te dije que sí lo tengo y que sale cuarenta y cinco pesos.
Sentí que me mareaba y, a punto de iniciar los procesos que desencadenan el desmayo logré balbucear una cadena sonora ligeramente parecida a la frase:
- No entiendo, ¿cómo puede ser que lo tengas? ¡Lo vengo buscando, y deseando, desde hace años!
La vendedora, como terminando de comprender algo, me tomó del brazo y me dijo en voz baja, casi susurrándome al oído:
- Acompañame afuera, quiero mostrarte algo.
Obedecí como un autómata y cuando salimos del local me dijo, señalando sobre nuestras cabezas:
- Mirá.
Un cielo rojo sangre era atravesado de este a oeste por un millón de valquirias montadas sobre impolutos caballos alados, las espadas plateadas de pureza, empuñadas como extensiones de sus manos heroicas. El grito de guerra unísono de esta marejada mitológica tenía el sonido de un millón de uñas de cromo rasgando el pizarrón infinito con el cual les enseñaron a los titanes a comerse a sus hijos. Se me pusieron los pelos de punta y los ojos me lloraban por la resonancia magnética en los lagrimales, que era el efecto secundario de lo que estaba pasando en el cielo.
- ¿Qué es? - le pregunté con los ojos completamente desorbitados, como los de un dibujo animado.
- El ragnarok.- respondió la vendedora, sin dejar de mirar el cielo.
- ¿El apocalipsis vikingo? - le dije sin un ápice de incredulidad.
- Sí, y también un momento especial para los amantes de la literatura. Solo durante un ragnarok se puede conseguir un libro de Burroughs en una librería argentina.
- ¿Durante un ragnarok? Tenía entendido que iba a haber uno solo y, con éste, el fin del mundo.
- Ragnaroks hay permanentemente. Los apocalipsis tienden a repetirse cada cierta cantidad de tiempo, como la moda.
- ¿Cuándo va a ser el próximo?
- Yo que vos me preocuparía primero por sobrevivir a este.- dijo la vendedora abriendo un paraguas de esos desplegables, que muy hábilmente tenía oculto entre sus ropas. Sobre el paraguas abierto cayó, envuelta en llamas, una paloma muerta. La vendedora me miró levantando las cejas y me sonrió, como diciendo "¿No te digo?".
- ¿Quién sos? .- le pregunté, nuevamente desorbitando los ojos de perplejidad.
- ¿Yo? Soy una simple vendedora que trabaja en una librería cualquiera en Argentina. Que disfrutes del libro.- me dijo, y se fue caminando con total parsimonia, abriéndose paso con suma tranquilidad entre el caos vehicular esperable durante cualquier fin del mundo. Se iba silbando pero, por más que se alejara, su canción sonaba en mis oídos como si siguiera al lado mío. La muy hija de puta silbaba "Cantando Bajo la Lluvia" a las puertas del apocalipsis.

6 comentarios:

  1. jajajaja

    genial!
    jjajajja


    me alegro que el libro y vos finalmente se hayan encontrado así sea en el final de los finales.

    beso enorme!

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  2. Hola! un lector de la generación beat! yo también estoy emocionada! está la peli también es de cronenberg, la viste?
    Saludos!
    Sabri.

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  3. No se me ocurre cual puede ser el 10% irreal de este fantástico relato...

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  4. Algo de este relato me dio un escalofrío que duró más tiempo del previsto. Angustia y emoción por el encuentro (con el libro). Deseado y temido (el encuentro). Hermosa recreacion!Felicitaciones.

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    1. Mis escritos te causaron risa, llanto, escalofríos, angustia y emoción. ¡Y todo en una sola nochie! Me alegraste el día, Gabriela. Gracias.

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