sábado, octubre 17, 2009

Desenvainarse

Un samurai ingresa a un recinto en un atardecer del color del fuego.
 Luego de realizar el saludo ceremonial se acerca a su maestro en el arte de la katana, que en ese momento se encuentra pintando con acuarela un cerezo en flor.
- Maestro, mi peor enemigo es demasiado poderoso. No puedo vencerlo.

El anciano, sin abandonar su pintura, contesta:
- ¿Recuerdas cómo entrenábamos cuando recién llegaste a mí?
- Sí, maestro. Practicábamos los movimientos de matar con la katana envainada. Luego, a la hora de utilizarla desenvainada para cortar a un enemigo, la katana parecía en nuestras manos liviana como el viento.
- Exacto – dijo el maestro. - Ahora deberás hacer lo mismo pero con tu cuerpo. Sumérgete en el agua del lago hasta el cuello con tu katana y practica los movimientos. Hazlo todo el día durante dos años. Luego, sencillamente desenváinate del agua y tu cuerpo parecerá liviano como el viento. Entonces ve a matar a tu peor enemigo.

Así es que el samurai sumerge su cuerpo en el agua helada del lago y comienza a practicar. Los primeros días su cuerpo parece pesar como doce bolsas de tierra, sus músculos, doloridos por el esfuerzo, siguen moviéndose durante el descanso, como si tuvieran voluntad propia. Pero al pasar los días el samurai se vuelve cada vez más rápido, creando torbellinos bajo el agua.

El último día del segundo año de práctica el último movimiento del samurai, con la katana hacia adelante como queriendo cortar el agua, es tan perfecto que crea una ola que empapa a las mujeres que lavan la ropa a la orilla del lago. El samurai se desenvaina del agua, se pone sus ropas y se dirige a cumplir con su tarea. Ingresa al recinto, realiza el saludo ceremonial, desenvaina su katana y enfrenta a su peor enemigo, su propio maestro.
El anciano se encuentra pintando el monte Fuji en plena erupción; una imagen que no se ve desde hace muchos años.
- Maestro, he hecho lo que me dijiste y ahora vengo a matarte, pues mi peor enemigo eres tú; la única persona viva que es mejor que yo en el arte de la katana.

Luego de decir esto el samurai levanta su katana por sobre su cabeza y, liviano como el viento, se lanza hacia adelante para cortar a su maestro.

Un instante antes del golpe, y para la sorpresa del samurai, el maestro cae muerto, pues su espíritu, más liviano que el viento, se había desenvainado de su propio cuerpo.

El alumno, perplejo y avergonzado, comprende que semejante deshonra provocada sobre sí mismo tiene una sola salida: el sepuku, suicidio ritual que tantas veces había presenciado de otros hombres, y que siempre se había preguntado si, llegado el momento, sería capaz de cometer.

Arrodillándose sobre el suelo de madera del recinto desenvaina su cuchillo, lo vuelve a envainar, pero esta vez en su propio vientre, y desata una breve pero caudalosa tormenta roja.

El espíritu del maestro, antes de reunirse completamente con el viento, contempla su última pintura; las salpicaduras de sangre de su alumno sobre el papel de arroz de la puerta corrediza dibujan una bandada de gorriones sobre un cielo estrellado.

4 comentarios:

  1. uffffffffffffffffff

    será que estoy sensible pero la verdad es que me emocioné. una maravilla!

    que bueno descubrir este espacio...seguiré leyendo.

    beso

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  2. Por primera vez voy a romper mi regla de oro de jamás responder a los comentarios para dejar que los textos hablen por sí solos: Me han dicho que mis escritos provocan miedo, repugnancia, angustia y sinsabor, pero nunca que emocionan. Alelí, gracias por hacérmelo saber.

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  3. Flaco!!! que flor de viaje que te pegaste. Esto es impresionante!!! valió la pena esperar tanto. Sos un capo total. Buenísimo. Excelente escrito. La leí de pi a pa crea una tensión y un suspenso increíble. Es inteligente, es cómica, dramática, tiene de todo. Está bue-ní-si-ma.
    Te felicito.
    Sabrina.

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  4. Muchas gracias Sabrina. Me imagino que te referirás al último escrito y no a éste.

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