viernes, febrero 17, 2012

Las Aventuras 90% Reales de Lauro. Hoy Presentamos: El Horror en el Cine

Hace un tiempo fui a un cine que forma parte de una especie de complejo futurista (en el sentido más nazi de la palabra), que la humanidad construyó en Recoleta. Elegí ese barrio porque, en aquellos días en los que necesito dejar de pensar en mis asuntos, me gusta practicar la astronáutica social y ver cómo es la vida en otros planetas. Fui a ver una película italiana muy interesante llamada Habemus Papam, la cual cuenta la historia de un señor mayor vestido de señora que es elegido “Sumo Pontífice” por otros señores mayores vestidos de señoras, y que en el momento de dar su discurso apoteótico, decide escapar a la ciudad y participar de orgías con animales de la sabana africana.

En cuanto entré a la sala pude notar que se encontraba completamente llena, y para mí, cuyo sueño en esta vida es ir al cine y ser el único espectador de la función (no me gustan los desconocidos), fue como recibir una patada en los testículos. Pero la sala llena no fue lo más perturbador, sino que además pude contemplar con horror que todas las butacas (menos la mía) estaban ocupadas por la membresía completa de la Liga de Damas Ultrareligiosas, Derechistas y de Vagina Clausurada (L.D.U.D.V.C.). Haciendo uso de mi entrenamiento ninja intenté el truco de la invisibilidad mientras me dirigía a mi butaca, pero fue en vano. No podía concentrarme porque, por alguna razón, las señoras de la L.D.U.D.V.C. me miraban fijo, algunas con desdén, otras con consternación y muchas de ellas con el odio más esencial.

Soy un tipo bastante sobrio en cuanto a mi apariencia, quiero decir, no me visto de hippie, ni llevo puesta la boina del Che, y toda la monstruosidad de la que soy capaz está impecablemente oculta detrás de una perfecta fachada de normalidad. Por eso es que no podía entender qué era lo que les llamaba tanto la atención de mi persona, salvo el hecho de tener pene y ellas no, aunque francamente dudaba que las señoras tuvieran conocimiento de la existencia del miembro viril.

Logré sentarme en mi butaca sin tirarme al suelo en posición fetal a llorar como un bebé (no hay nada más pesado que la mirada de odio de una vieja que se cosió a sí misma la vagina como parte de un oscuro ritual religioso). Faltaban diez minutos para que apaguen las luces de una puta vez y se termine mi tortura, pero en esas condiciones diez minutos equivalen a un milenio. La arpía que estaba sentada a mi derecha comenzó a escanearme la remera con los ojos desorbitados de furia e incredulidad y, una vez que obtuvo suficientes datos, se puso a cuchichearle al oído a su compañera, haciendo con su boca un sonido similar al que hace el ajo siendo machacado en un mortero. Me miré la remera sospechando alguna mancha de vómito propio o sangre ajena y ahí entendí.

Tengo una remera de la Universidad de Miskatonic que diseñé yo mismo y mandé a imprimir. Para aquellos que no saben de qué se trata, estamos hablando de parafernalia lovecraftiana del índole más geek. No es precisamente una remera satánica, salvo por el detalle de un pentagrama sumamente pagano, con un ojo bastante diabólico en el medio. Pero nada más que eso.

Esa tarde yo tenía puesta esa remera.

La oscuridad del cine arrojó un manto de piedad sobre la situación por demás incómoda. La película logró captar la atención de las sacerdotisas maquiavélicas, aunque en las escenas en las que, por ejemplo, el protagonista intentaba montarse analmente a una hembra de cocodrilo, se miraban unas a otras, despistadas como niñas de cinco años.

En cuanto terminó la escena final, en la que el protagonista se rocía con kerosén, se prende fuego y se dispara desde una catapulta medieval al grito de “¡Deus ex machina, hijos de puta!” (escena muy bien lograda a nivel de efectos especiales), me paré raudo, hice estallar una de mis bombas ninja de humo contra el piso y escapé por los ductos.

A veces dudo mucho con respecto a qué ropa ponerme para determinadas situaciones. Una camisa ¿estará bien como para un cumpleaños? Un jean, ¿será demasiado informal como para un asesinato en serie? Pero lo que menos iba a imaginarme fue que una tarde de cine, mi remera favorita me iba a poner tan cerca de la hoguera que pude sentir el calor de las llamas en mi cara.

4 comentarios:

  1. tu relato me alegró el día! y justo hoy venía pensando en qué hace que la gente se fije en otra gente. A veces noto que alguien me mira los pies o algún otra parte absolutamente carente de interés y entonces empiezo a auto-observarme para ver si estoy desnuda o tengo algún miembro mutilado y no me di cuenta...

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    1. Nina, qué bonito lo que me decís. Que el relato de mis desventuras te haya alegrado el día, a mí me alegra la semana completa. Y claro, aquellos puntos de atención en los que la gente enfoca nuestros cuerpos son completamente subjetivos; lo que para vos es una parte de tu cuerpo carente de interés para otro es el mundo entero (el ángulo de tu cuello alunarado bajo cierta frecuencia lumínica, por ejemplo). Lo difícil es cuando te pasa, como a mí, que pensás que lo que realmente está llamando la atención es finalmente haber perdido la forma humana. Gracias por tu comentario tan generoso.

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  2. Al leer tus escritos y tus respuestas a tus lectores, pensé que eras un despreocupado por la opinión ajena. ¿Me equivoqué?
    Yo me visto con lo que me gusta, se me antoja y me resulta cómodo. Sé que muchas veces voy ridícula pero la paso genial! Cuando muera, quiero decirle a San Pedro: "Me pasé la vida malvestida pero nunca me apretó un pantalón o un zapato. Fue una buena vida". Y a las viejas chotas como eso, las miro con mi mirada mortífera y no les queda otra que desviar la mirada...

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    1. Intento serlo, Jessica, y por lo general lo logro. Pero cuando se juntan multitudes de campesinos con antorchas y herramientas agrícolas en la puerta de mi casa, llego a dudar si no me habré vuelto un monstruo (siempre es una posibilidad).

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